viernes, 3 de febrero de 2012

Evolución

Cuando Mario era un recién nacido, le dejaba en la cuna en el salón y me duchaba en 30 segundos mientras se dormía alguna de sus siestas de por la mañana. O si estaba un poco revuelto, esperaba a no estar sola para ducharme.
En cuanto empezó a aguantar en su hamaquita, la ponía en la puerta del baño mientras me daba una larga ducha de 1 minuto, porque lloraba asustado con el ruido del agua y porque no me veía bien detrás de la mampara.
Luego tuvimos una época maravillosa en la que me podía dar duchas razonables porque se lo pasaba muy bien en la hamaquita mientras tanto. Y cuando dejó de querer la hamaquita, le ponía durante ese rato en la trona. Eso sí, tenía que darle objetos "exóticos" del baño para que se entretuviera, no valían sus juguetes, tenía que ser un rollo de papel higiénico, un bote de crema, un peine.
Cuando dejó de aguantar la trona, se quedaba sentadito en el suelo del baño con todos sus tesoros alrededor. Pero empezó a ponerse de pie y a explorar el baño en lo que duraba mi ducha. Y ahora hemos vuelto a las duchas de 1 minuto, porque en ese intervalo le da tiempo a sacar todo de los cajones y armarios (convenientemente vacíos de cosas peligrosas, porque ya llega a todas partes), a venir andando hasta la bañera apoyándose en los muebles y sanitarios, y a tirarlo todo dentro, eso sí, con unas carcajadas que te derrites, para que se limpie con mamita. Eso si no intenta meterse él mismo en la bañera conmigo.... Si esto no es evolucionar, que baje Dios y lo vea.

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